Anthony Weiner, excongresista deshonrado y delincuente sexual registrado, está intentando nuevamente hacerse un espacio en el ámbito político. En una reciente entrevista con el New York Post, Weiner, quien ahora tiene 60 años, afirmó sin pudor: “Soy realmente bueno en esto”, mientras consideraba la posibilidad de postularse para el Concejo Municipal de Nueva York en el Distrito 2.
Un regreso inesperado
Este anuncio se produce casi seis años después de su liberación de prisión, donde cumplió condena por enviar mensajes y fotos sexualmente explícitas a una menor de 15 años. Un acto tan repugnante que debería haber puesto fin a cualquier aspiración de ocupar un cargo público.
A pesar de ello, Weiner parece estar impulsado por lo que él mismo describe como aliento de su exesposa, Huma Abedin, y una creencia en que sus “demonios personales” están bajo control. La audacia de su intento es asombrosa.
Carrera política manchada
La carrera política de Weiner ya estaba marcada por escándalos antes de su condena en 2017. Sus repetidos incidentes de sexting—el primero expuesto en 2011 cuando tuiteó accidentalmente una foto indecorosa—lo llevaron a renunciar al Congreso. Sin embargo, eso fue solo el principio. Su comportamiento compulsivo continuó, culminando en el horrendo crimen que lo llevó a prisión: aprovecharse de una menor con mensajes e imágenes explícitas.
No se trató de un simple error de juicio; fue un patrón de conducta depredadora que demostró que no era apto para ningún puesto de confianza, mucho menos uno que le otorgue poder sobre los ciudadanos.
¿Una falsa redención?
Ahora, Weiner quiere convencernos de que ha cambiado. Asegura asistir a reuniones de recuperación y afirma: “Lucho contra la adicción y sé lo que es. Lo manejo.” ¿Manejarlo? Esto no se trata simplemente de dejar un hábito nocivo; se refiere a un hombre que explotó a una niña y traicionó toda la confianza pública depositada en él.
Sostener que “nadie con buena fe” podría argumentar que su “comportamiento inapropiado” lo convirtió en un mal congresista es risible. Representar al pueblo no solo implica “proponer ideas” o “luchar por hacerlas realidad,” como él tan arrogante menciona; se trata también de integridad, claridad moral y decencia humana básica. Weiner carece completamente de estas cualidades.
Desconexión con la realidad
Afrontar la posibilidad de postularse para el Concejo Municipal—representando barrios como el Lower East Side y East Village—demuestra una desconexión asombrosa con la realidad. ¿Acaso piensa que los votantes han olvidado su estatus como delincuente sexual porque es “bueno en su trabajo”?
No se trata de una historia de redención; es un desprecio hacia cada padre, cada ciudadano y cada víctima de conducta sexual inapropiada que espera algo mejor de sus líderes. Los crímenes cometidos por Weiner no fueron meros “demonios personales”; fueron actos ilegales deliberados que destruyeron vidas, incluida la vida de la adolescente a quien acosó.
Pensamientos finales
Aceptando que durante su tiempo alejado del servicio público había perdido toda esperanza de regresar, Weiner debería haber mantenido esa percepción. Su única habilidad parece ser la autoengaño; cuanto antes comprenda que la puerta hacia la política está cerrada para él, mejor será para todos.