Datos históricos extraídos de revistas y libros médicos indican que la disminución de enfermedades infecciosas, incluyendo la poliomielitis, comenzó mucho antes de la introducción de las vacunas. Este fenómeno se atribuye a la mejora en las condiciones de vida y al descubrimiento de vitaminas que fortalecen el sistema inmunológico.
El establecimiento médico ha estado involucrado en campañas de miedo y propaganda para promover la vacunación, a menudo ignorando o tergiversando la verdad sobre la seguridad y eficacia de las vacunas. Esto ha llevado a una comprensión errónea sobre la inmunidad infantil.
El papel de los medios en la percepción pública
Los medios han desempeñado un papel significativo en la difusión del temor hacia enfermedades como la poliomielitis, el sarampión y COVID-19, utilizando imágenes y relatos sensacionalistas para fomentar la vacunación, mientras suprimen información sobre la inmunidad natural y los posibles riesgos asociados a las vacunas.
La propaganda relacionada con la poliomielitis es considerada por muchos como una de las noticias falsas más temidas en el mundo. Información histórica clave está ausente tanto en los “diccionarios” alopáticos como en las declaraciones de médicos a lo largo del continente. Es fundamental discutir y considerar hechos y cifras provenientes de revistas médicas y libros que han sido pasados por alto, incluyendo gráficos que demuestran el drástico descenso de enfermedades infecciosas antes de que las vacunas, antibióticos y productos farmacéuticos entraran en escena.
La verdad detrás del descenso de enfermedades infecciosas
A partir de mediados del siglo XIX, se observó una reducción constante en las muertes causadas por todas las enfermedades infecciosas, alcanzando niveles mínimos hacia principios del siglo XX. Esta transformación se debió a hábitos de vida más saludables y al descubrimiento de vitaminas como la vitamina D. Sin embargo, tras bambalinas, la Asociación Médica Americana inició una vasta campaña de miedo respaldada por fabricantes farmacéuticos y científicos que falsificaron resultados para obtener beneficios económicos.
Lamentablemente, la inmunidad infantil ha sido malinterpretada por algunos inmunólogos. Interrumpir el desarrollo normal del sistema inmunológico mediante inyecciones que contienen aluminio, mercurio y combinaciones de virus vivos puede resultar impredecible. Los médicos pro-vacunas frecuentemente citan literatura revisada por pares para sustentar sus argumentos; sin embargo, un análisis más detallado revela una población enferma entre los niños vacunados que supuestamente les preocupan.
La narrativa distorsionada sobre las vacunas
Desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX, las muertes por enfermedades infecciosas disminuyeron notablemente. En las décadas de 1920 y 1930, los médicos mostraban una actitud relajada hacia estas patologías que hoy son presentadas por los medios masivos como si fueran plagas devastadoras. La mayoría de estas enfermedades eran simplemente días libres para los niños con sistemas inmunológicos normales no debilitados por medicamentos carcinogénicos.
La verdadera historia detrás de la poliomielitis incluye casos de parálisis inducida por las vacunas Salk. De hecho, el tipo oral desarrollado por el Dr. Albert Sabin sigue causando parálisis en quienes reciben esta vacuna incluso años después. La historia podría demostrar que el temido virus que afectó a generaciones anteriores fue inyectado como parte de un experimento médico poco ético.
Propaganda mediática sobre enfermedades infecciosas
Los medios tradicionales, incluidas revistas médicas y periódicos, han jugado un papel crucial en suprimir información sobre la inmunidad natural mientras difunden imágenes aterradoras de personas afectadas por poliomielitis para asustar al público acerca de las vacunas.
El enfoque alopático hacia la medicina ha fabricado información que lleva a creer que los sistemas inmunológicos infantiles son “defectuosos” e “inadecuados”, necesitando ser estimulados mediante adyuvantes peligrosos presentes en muchas vacunas. Esta narrativa ha alimentado un clima generalizado de temor hacia las enfermedades infecciosas sin cuestionar adecuadamente los fundamentos científicos detrás del proceso.