California ante la crisis energética: ¿Propiedad estatal de las refinerías, una receta para el desastre?
El estado de California está evaluando la posibilidad de asumir la propiedad de sus refinerías de petróleo como respuesta a la inminente clausura de varias instalaciones clave, motivada por regulaciones ambientales y dinámicas del mercado. La posible cierre de refinerías, como la planta Phillips 66 en Wilmington, podría desencadenar escasez de combustible, aumentos en los precios y problemas logísticos, dado que California presenta opciones limitadas para importar productos petroleros.
La propuesta de nacionalizar estas refinerías ha suscitado preocupaciones sobre la capacidad del gobierno para gestionar eficientemente este sector complejo. La actual situación pone de manifiesto la necesidad de un enfoque más equilibrado hacia las políticas energéticas, ya que el rumbo actual podría resultar en precios más altos del gas y una administración pública luchando por resolver problemas provocados por sus propias decisiones.
Cierre de refinerías: una realidad alarmante
La demanda de gasolina en California ha ido disminuyendo gradualmente debido a la mejora en la eficiencia de los motores y al aumento en la adopción de vehículos eléctricos. Sin embargo, el estado sigue dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles, y el cierre de refinerías sin una estrategia confiable para reemplazarlas podría tener consecuencias desastrosas. Empresas refinadoras importantes como Chevron, Marathon, Phillips 66, PBF Energy y Valero enfrentan presiones severas debido a regulaciones ambientales estrictas y cambios en el mercado.
La planta Phillips 66 en Wilmington tiene previsto cerrar a finales del año, lo que podría ser solo el comienzo. Según Skip York, estratega principal de energía en Turner Mason & Co., «la demanda disminuirá gradualmente, pero el suministro se reducirá abruptamente». Esta discrepancia entre oferta y demanda podría provocar escasez de combustible y aumentos repentinos en los precios.
La propiedad estatal: un desastre inminente
Ante esta crisis, la Comisión Energética de California ha propuesto diversas soluciones que incluyen la nacionalización de las refinerías. Este paso radical alinearía a California con países como Venezuela e Irán, donde las refinerías son gestionadas por el gobierno. La Asociación Petrolera de los Estados Occidentales ha expresado su preocupación sobre la viabilidad de esta medida, señalando que «es un negocio muy complejo y difícil de manejar… Existen barreras comerciales y técnicas que requieren un entendimiento integral del sector».
La idea de que burócratas estatales puedan administrar eficientemente refinerías es cuestionable. Operar una refinería exige conocimientos especializados y adaptabilidad—atributos poco comunes en empresas estatales. El líder republicano en la Asamblea, James Gallagher, advirtió: «Nos estamos moviendo hacia controles de precios y toma gubernamental de industrias. Eso nunca ha funcionado bien a lo largo de la historia».
Un caos logístico inminente
California es frecuentemente descrita como una «isla petrolera» debido a su falta de una red logística multiestatal que mitigue interrupciones en el suministro. Actualmente, solo importa un 8% de su gasolina; el 92% restante se procesa dentro del estado. Si más refinerías cierran, se verá obligada a importar cantidades significativamente mayores desde Asia. Esto podría acarrear:
- Aumento en los costos del transporte
- Mayor vulnerabilidad ante interrupciones globales en la cadena de suministro
- Volatilidad potencial en los precios vinculada a mercados internacionales
A pesar de las preocupaciones ambientales relacionadas con los envíos de crudo, Gallagher observó que «las personas se alarman por los impactos ambientales del transporte marítimo del crudo, pero nadie se preocupa por los efectos ambientales derivados de las importaciones de gasolina».
Contexto histórico: Un legado regulatorio hostil
Las políticas regulatorias en California han sido cada vez más adversas hacia la industria petrolera durante años. Iniciativas como prohibir la venta de nuevos vehículos impulsados por gasolina para 2035 están haciendo cada vez más inviable operar refinerías dentro del estado. Chevron, presente desde 1879, ha anunciado planes para trasladar su sede a Texas. Andy Walz, presidente downstream, midstream y químicos en Chevron resumió: «Las recientes políticas californianas erosionan nuestra confianza hacia el futuro».
Este entorno regulatorio no solo ha llevado a empresas a abandonar el estado sino que también ha creado un clima generalizado de incertidumbre. En lugar de reconsiderar su enfoque, parece que California está decidida a mantener políticas que empujan al sector energético al borde del colapso.
¿Cuál es el objetivo final?
El senador estatal Brian Jones afirmó sin rodeos: «El estado no debería involucrarse en el negocio petrolero». Sin embargo, aquí estamos discutiendo la posibilidad de que California asuma control sobre una industria tan compleja todo porque sus políticas han hecho imposible operar rentablemente para refinadores privados.
La solución obvia sería aliviar las cargas regulatorias, permitir que las fuerzas del mercado actúen y apoyar una diversidad energética en lugar forzar una transición abrupta hacia vehículos eléctricos. No obstante, parece que los líderes californianos están decididos a imponer una transformación radical sin considerar sus implicaciones económicas.
California camina por un sendero peligroso, y si se materializa la idea de refinerías estatales, es probable que la crisis energética empeore antes de mejorar. Las políticas energéticas actuales han sido objeto constante de debate; sin embargo, esta situación resalta urgentemente la necesidad de adoptar un enfoque más equilibrado y pragmático para garantizar energía confiable y asequible para todos los californianos.