En un contexto marcado por la inminente llegada de la administración de Donald Trump, México se encuentra ante la presión de implementar medidas drásticas para dispersar a los migrantes que intentan llegar a su frontera con Estados Unidos. Ante la amenaza de aranceles del 25% sobre productos mexicanos, el gobierno mexicano ha adoptado una controvertida estrategia conocida como «dispersión y agotamiento», destinada a disuadir a los migrantes de alcanzar su destino.
Dicha estrategia otorga a las autoridades mexicanas la facultad de desviar a los migrantes lejos de las rutas tradicionales. Sin embargo, esta política ha sido objeto de críticas por considerarse inhumana. Los migrantes han denunciado que son engañados por funcionarios mexicanos, quienes prometen permisos de tránsito pero posteriormente los dejan varados en lugares lejanos sin acceso a transporte ni asistencia adecuada.
Desplazamiento forzado y vulnerabilidad
A medida que se acerca la segunda toma de posesión del presidente electo Donald Trump, el gobierno mexicano intensifica sus esfuerzos para desmantelar caravanas migrantes que se dirigen hacia el sur de Estados Unidos. Muchos migrantes optan por viajar en grupos, creyendo que hay seguridad en los números, ya que es más difícil para las autoridades de inmigración detener grandes contingentes. No obstante, las autoridades mexicanas han actuado rápidamente para disolver estas caravanas, dejando a los migrantes dispersos y expuestos.
Trump ha amenazado con imponer un arancel del 25% a las importaciones mexicanas si el país no logra frenar el flujo migratorio. Esta presión económica ha llevado a México a adoptar medidas agresivas. Entre estas, se destaca el envío de migrantes a Acapulco, un destino turístico que alguna vez fue próspero pero que ahora enfrenta altos niveles de criminalidad y violencia organizada.
Las consecuencias humanas de una política fallida
La política de «dispersión y agotamiento» busca reducir el número de migrantes capaces de llegar a Estados Unidos al alojarlos lejos de las rutas habituales. Las autoridades permiten que los migrantes caminen durante días hasta quedar físicamente exhaustos antes de ofrecerles transporte bajo el pretexto de revisar su estatus migratorio. Sin embargo, muchos reportan haber sido abandonados en lugares peligrosos y desconocidos sin recursos ni apoyo.
Acapulco, actualmente uno de los lugares más inseguros del país debido al crimen organizado y aún recuperándose del huracán Otis en 2023, se ha convertido en un destino inesperado para muchos migrantes. A pesar del riesgo elevado, estos continúan su travesía impulsados por la esperanza de alcanzar Estados Unidos antes que se implementen políticas fronterizas más estrictas.
Críticas y testimonios desgarradores
Migrantes como Ender Antonio Castaneda, un venezolano de 28 años, relatan experiencias similares: «Nos dijeron que nos darían un permiso para transitar libremente por el país durante 10 a 15 días, pero no fue así», comenta Castaneda. «Nos dejaron aquí sin ninguna manera de salir. No nos venden boletos de autobús ni nada». Este relato refleja una realidad compartida por miles que han dejado Tapachula con la esperanza de cruzar hacia Estados Unidos antes del cambio presidencial.
A pesar del discurso oficial que sostiene un enfoque humanitario en la gestión migratoria, críticos argumentan que dispersar a los migrantes hacia áreas violentas como Acapulco contradice este principio. La situación actual pone en evidencia el alto costo humano asociado con las presiones políticas y económicas sobre las políticas migratorias.