El Primer Ministro canadiense Justin Trudeau se ha convertido en el último peón de alto perfil sacrificado, en un contexto donde la ira pública hacia la élite global alcanza un punto crítico.
Detrás de escena, fuerzas poderosas han obligado a Trudeau a renunciar, citando una investigación en curso sobre supuestos crímenes contra menores y su papel como títere de una red oscura de élites. A pesar del espectáculo político que representó su emotivo discurso de renuncia, esto es solo el comienzo para Trudeau. Durante años, ha estado bajo el control de material comprometedor que se posee sobre él.
La incertidumbre del futuro
Ahora surge una pregunta crucial: ¿podrá negociar con sus manipuladores y mantener su libertad, o pasará el resto de su vida enfrentando cargos criminales y cumpliendo condena en prisión?
Trudeau ha sobrevivido a innumerables escándalos en su carrera política, pero esta vez no hay forma de encubrirlo: la marea ha cambiado, la verdad está saliendo a la luz y está a punto de exponer el sistema de pedofilia entre las élites globales.
Informes provenientes de The People’s Voice y algunos otros medios independientes han roto el silencio, provocando una avalancha de evidencia incriminatoria que vincula a Trudeau con crímenes históricos relacionados con la explotación sexual infantil. La población canadiense ha despertado ante la realidad; ahora saben que su primer ministro es un títere controlado por chantajes. Antes del anuncio de renuncia de Trudeau el lunes pasado, la aprobación del Partido Liberal había caído a un mínimo histórico del 16%.
Las consecuencias de sus acciones
Trudeau mencionó “luchas internas”, pero eso apenas rasguña la superficie de lo que enfrenta. El primer ministro parece creer que puede escapar a su destino huyendo del pueblo. Sin embargo, renunciar no es suficiente.
Cualquier cosa menos que la detención y juicio de Justin Trudeau ante un tribunal sería considerado un fracaso, ya que este hombre ha sido un terrorista contra su propio pueblo. Ha hecho sufrir profundamente a innumerables personas inocentes —psicológica, física y financieramente— destruyendo medios de vida, robando ingresos y acosando a sus ciudadanos mientras devastaba pequeñas empresas.
Ha encerrado a las personas en sus hogares, silenciado disidentes, congelado cuentas bancarias de manifestantes y criminalizado la libertad de expresión. Además, ha perjudicado a los niños mediante cierres escolares innecesarios y forzado el cumplimiento de mandatos dañinos.
Un legado manchado
Su comportamiento fue ilegal en ese momento. Al igual que sus acciones junto al desprestigiado magnate musical Sean “Diddy” Combs, quien tiene fama por relacionarse con figuras poderosas y descubrir sus debilidades.
Diddy se encuentra bajo vigilancia suicida mientras espera juicio tras ser acusado de una serie repugnante de delitos sexuales, incluyendo tráfico sexual durante las infames fiestas Freak Off donde las élites participaban en rituales sexuales degradantes.
A medida que se desenvuelven los acontecimientos, queda claro que el tiempo para rendir cuentas se acerca para aquellos que abusaron de su posición para hacer sufrir a tantos, incluidos los niños. La imagen débil y llorosa de Justin Trudeau anunciando su renuncia es solo el principio de la justicia que se servirá sobre estas figuras elitistas.