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El curso de la realidad
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El curso de la realidad

Por José Alberto Novoa
jueves 19 de septiembre de 2024, 14:48h

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Como dice el cantautor Andrés Suárez en una de sus canciones, "si quieres, hacemos el verano algo más largo". Pero aunque siempre fuera deseable, lo cierto es que va llegando a su fin, si bien, por desgracia, no terminarán algunos de los acontecimientos que nos han acompañado en los últimos meses.

También sería deseable que, en alguna ocasión, los veranos fueran más ligeros de contenido para que la posibilidad de alargarlos fuera más estimulante, pero la realidad del mundo que nos ha tocado vivir es tozuda y persistente.

La violencia contra las mujeres no cesa, el discurso de odio contra los inmigrantes aumenta, Venezuela vuelve al centro de la escena, el genocidio palestino amenaza con extenderse y la guerra de Ucrania se cronifica, ante una Europa que mira a Estados Unidos a la espera de que las presidenciales de noviembre señalen el camino por el que transitar.

Los talibanes y su fundamentalismo religioso y cultural en Afganistán anulan a las mujeres y las somete a la invisibilidad. Aquí, los asesinatos de mujeres, a manos de sus parejas o exparejas, continúan azotando las consciencias de quienes, cada vez más, nos indignamos ante el riesgo de normalización.

Los menores inmigrantes se han convertido en el objetivo a aniquilar por parte de una derecha que cada vez ejerce más la violencia política contra los más vulnerables.

La disputa por el poder en Venezuela va más allá de sus fronteras, no porque la democracia sea lo esencial y principal a preservar, sino porque es el país con el mayor yacimiento de petróleo del mundo y la disputa es económica y geoestratégica. Si fuera por la democracia, la rasgada de vestiduras internacional hubiese sido la misma ante un Macron que ha ignorado el resultado electoral en Francia, cuya voluntad popular era para la izquierda, no para un tecnócrata liberal, de los suyos, bendecido por la extrema derecha de Le Pen.

El telón de fondo de la escena internacional sigue siendo la guerra en sus diversas versiones. Las ignoradas y olvidadas, la que preocupa a Europa y controla Rusia, y la que masacra a todo un pueblo palestino, en nombre del sionismo, con el amparo de Estados Unidos y la impotencia de una Unión Europea que no termina de hacerse mayor como potencia mundial.

En la "España camisa blanca de mi esperanza", que diría el cantautor Víctor Manuel, la derecha ya no se diferencia de la extrema derecha abrazando la crispación y los bulos como estrategia política, mientras la izquierda no termina de marcar su propia agenda para tranquilidad y esperanza de la mayoría, en un Parlamento diverso (que no fragmentado) en el que a muchos de sus integrantes les cuesta entender que la democracia va de negociar y acordar, no de crispar y embarrar.

Comenzado el curso y con él las rutinas habituales, no parece que la calma y la altura de miras, por el bien común y las necesidades reales de la gente, al menos en el medio plazo, vayan a ser los ingredientes de un menú político que se antoja pesado y cargante, con digestiones largas y alguna que otra diarrea.

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