A pesar de la intensa preocupación que generan las emisiones humanas, se ha descubierto que el impacto de los combustibles fósiles en los niveles de CO2 en la atmósfera es mínimo, especialmente al compararlo con fenómenos naturales como las variaciones en las temperaturas de la superficie del mar. Un estudio reciente y pionero cuestiona la creencia arraigada de que las emisiones generadas por el ser humano son el principal factor detrás del aumento de las concentraciones de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. Publicada en Science of Climate Change, esta investigación argumenta que las temperaturas de la superficie del mar (SST) tienen una influencia mucho más significativa que los factores antropogénicos en los cambios anuales en los niveles de CO2. Los hallazgos de este estudio ponen en duda las diversas agendas sobre el cambio climático propuestas por gobiernos e instituciones a nivel global.
El estudio de Dao Ato, que se basa en datos públicos de las principales organizaciones de clima y energía, realiza una comparación entre los efectos de las emisiones humanas y la temperatura de la superficie del mar en las concentraciones de CO atmosférico. Desde 1959 hasta 2022, se llevó a cabo un análisis utilizando diversas técnicas de regresión lineal para determinar cómo influyen tanto la temperatura del mar como las emisiones humanas en el incremento anual del CO atmosférico.
Los datos de temperatura de la superficie del mar, obtenidos a partir de los conjuntos de datos proporcionados por la NASA y el Centro HADLEY del Reino Unido, se identificaron como el predictor más preciso para las concentraciones de CO. Aproximadamente el 66% de la varianza en los aumentos anuales de CO desde 1959 fue explicado por un modelo de regresión que incluía esta temperatura. Se observó una correlación notablemente alta entre los niveles previstos y los reales de CO. El estudio reveló un coeficiente de correlación de Pearson de 0,9995 entre las concentraciones predichas de CO, basadas en los datos del Centro HADLEY, y las mediciones reales realizadas por la NOAA, con un error mínimo de predicción de 1,45 ppm en 2022. En contraste, las emisiones humanas de CO no mostraron una relación significativa con las variaciones anuales en el CO atmosférico.
El análisis realizado por Ato reveló que, a pesar del notable incremento de las emisiones de metano generadas por los humanos en las últimas décadas, estas no han influido en el aumento de las concentraciones de metano en la atmósfera durante el siglo XXI.