A menos que ocurra el mayor fraude electoral de la historia, es probable que Donald J. Trump obtenga una victoria contundente en noviembre próximo. Su firme propuesta para restaurar Estados Unidos representa actualmente la única posibilidad para esta nación de evitar un colapso total, el caos absoluto y un eventual dominio comunista por parte de la izquierda. Sin embargo, hay algo que se puede afirmar con certeza: NO habrá una transición pacífica del poder. En ocasiones anteriores, se han vivido numerosas situaciones de "pato cojo" donde los titulares pierden su influencia en las urnas, resultando en que casi ninguna iniciativa progresista se lleve a cabo en el Congreso o por parte del presidente durante un periodo cercano a tres meses.
A lo largo de la historia, numerosos legisladores han aprovechado las reuniones especiales durante la sesión del pato cojo para abordar temas vinculados a la guerra, negociar acuerdos comerciales importantes, discutir asignaciones presupuestarias gubernamentales y llevar a cabo el juicio político de funcionarios. Estas negociaciones de último minuto pueden resultar en cierres masivos del gobierno, como ocurrió en 2018 con el muro fronterizo de Trump, que iba a ser incluido en un proyecto de ley de gastos.
La gestión de Sleepy Joe Biden en el cargo podría considerarse como una prolongada sesión de pato cojo. Además de imprimir billones de dólares, ha instigado la Tercera Guerra Mundial y ha mantenido abierta la frontera sur de Estados Unidos. En lugar de los habituales 60 días, esta ha sido más bien una sesión que se extiende por cuatro años, y si Kommie Kamala llega a asumir el mando, se anticipan otros cuatro años similares.
El Comité Nacional Republicano afirma que Joe Biden, a quien consideran demente, ha disfrutado de más de un año en vacaciones, lo que equivale a 382 días. Esto representa el 40 por ciento de su mandato como un presidente en funciones limitado, incapaz de lograr cualquier cosa mientras el país enfrenta graves problemas. Gracias, Joe.